¡Ha resucitado de entre los muertos!

Esto es el mensaje que dio el ángel que apareció a las mujeres en el sepulcro de Jesús. Ellas habían ido allá el primer día de la semana, muy temprano, para embalsamar el cadáver de Jesús con perfumes. No hubo tiempo viernes en la tarde, porque ya había comenzado el día de reposo de los judíos.

Las mujeres contaron todo esto a los apóstoles. Pero, ellos rechazaron sus relatos como puros cuentos y no les hicieron caso. Sin embargo, Pedro partió corriendo al sepulcro. Al agacharse no vio sino los lienzos. Y volvió a casa muy sorprendido por lo ocurrido.

El sepulcro vacío en sí no era prueba de la resurrección de Jesús de la muerte. Lo que convenció a los discípulos fueron las apariencias de Jesús, experiencias vívidas de la presencia de Cristo resucitado y vivo. Y, estas experiencias no sólo les convencieron personalmente, sino que les llenaron con un gozo tremendo y un deseo fuerte de proclamar esta buena noticia a todo el mundo. Las experiencias de Cristo resucitado y vivo les dio una valentía inmensa para poder ser testigos de Cristo aun cuando esto resultaba en su muerte.

Nuestra fe ahora en la resurrección de Jesús está basada en el testimonio de las mujeres y de los apóstoles. Pero, también, nuestra fe personal está confirmada por nuestras propias experiencias de Cristo viviente.

¿Cómo revela Cristo Jesús su presencia a nosotros?

          Cristo resucitado está presente a nosotros y, a veces, sentimos su presencia, de las mismas maneras en que Cristo se manifestó a los dos discípulos en el camino a Emaús después de la muerte de Jesús.

En primer lugar, Cristo resucitado apareció a Cleofás y su compañera en la forma de un peregrino forastero. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar a su lado, pero algo impedía que sus ojos lo reconocieron. ¿Cuántas veces Jesús nos hace presente en forma de una persona desconocida, forastera, inmigrante, necesitada?

En segundo lugar, Jesús se presenta a los discípulos por medio de la Palabra de Dios. Y comenzando por Moisés y recorriendo todos los profetas, les interpretó todo lo que las Escrituras decían sobre él. Luego, reflexionando sobre esto, se dijeron uno a la otra, “No sentíamos arder nuestros corazones cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras? ¿Cuántas veces han ardido nuestros corazones al escuchar la Palabra de Dios leída y predicada en la misa o leída en la soledad de nuestros hogares?

Finalmente, Jesús se les manifestó en la fracción del pan. Una vez que estuvo a la mesa con ellos, (Jesús) tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. En ese momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero ya había desaparecido. ¿Cuántas veces hemos sentido la presencia de Jesús resucitado en la fracción del pan en la misa o a la mesa con nuestros familiares en nuestros hogares?

Para sentir la presencia de Cristo resucitado y vivo tenemos que dar acogida a Jesús presente en nuestras hermanas y nuestros hermanos; escuchar y reflexionar sobre la Palabra de Dios en la Biblia leída en la misa o en casa; y celebrar con fe, esperanza y amor la fracción del pan con nuestra comunidad en unión con Cristo resucitado.

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